Hoy en Cinescalas escribe: Jessica Taranto
“If this is what it takes to be human, then I’d rather take my chances as a supernaturally-possessed doll! It’s much less complicated! Think about it! What’s so great about being human? You get sick! You get old! As a doll, I’m infamous! I am Chucky! The killer doll!” - Seed of Chucky
“¿Cuál es tu película de terror favorita?” Eso preguntaba el asesino de una de las películas que marcó un antes y un después en la historia del que probablemente sea mi género favorito. Me refiero a la primera entrega de una de las famosas sagas de Wes Craven, Scream. No obstante, pensar en cuál es mi película de terror favorita no me resulta una tarea sencilla. Se me vienen a la mente diferentes películas en diferentes ocasiones. Por ejemplo, aquellas que he recomendado mucho últimamente, como You’re next (que además de funcionar como película de terror hace un retrato familiar muy atractivo), o The Cabin in the Woods (que le supo dar una vuelta de tuerca al género). O aquellas que han llegado a mi vida desde muy temprano y se han quedado siempre impregnadas en mi mente, más allá de que una nueva revisión años después no haga más que entregarme una película totalmente diferente, y en esa lista aparecen películas como It, Candyman, las Pesadillas de Wes Craven… y las de Chucky. Y si bien si me hacen esa pregunta con la cual comienzo el texto no sé qué contestar, porque para una admiradora del género como yo elegir una, sólo una, es una tarea muy difícil, hoy opto por elegir no una sino toda la saga del muñeco diabólico.
El motivo principal por el cual me volqué hacia ella es que es de la que tengo un recuerdo más temprano en mi vida. Tendría unos seis años cuando haciendo zapping una noche luego de cenar encontramos Child’s Play en algún canal de cable. En mi recuerdo incluso ya la había visto antes, pero puede que mi memoria me juegue una mala pasada. Lo que sí recuerdo muy bien es que quería verla de nuevo, hasta el final, y en mi casa todos se querían ir a dormir. Aun así logré convencer a mi madre para que me dejara quedarme sola de noche en el living viendo una película de terror. Ni mi madre, que sufre las películas de terror a diferencia de mí que las disfruto mucho, se animaba por aquella época a verla sola. Es que con Chucky pasaba lo mismo que con Freddy Krueger: en su momento provocaban terror, incluso pesadillas; al menos eso notaba yo con mi madre y mis hermanas, todo esto antes de que se volvieran personajes más caricaturescos. Pero yo no era como mi madre ni como mis hermanas, el amor que hoy por hoy siento por las películas de terror no lo heredé de nadie. Mi madre tenía pesadillas con Candyman y yo luego de verla tenía que ir a pararme frente al espejo a decir cinco veces su nombre en voz alta sólo para comprobar que efectivamente no era todo más que una película.
Pero volvamos a mi muñeco favorito, aquel que siempre quise tener en mi dormitorio pero nunca hubiese sido posible, no mientras viviera con mi madre, que se encargó cuando éramos chicas sin que lo supiéramos de deshacerse de un payaso “plím plím” (así lo llamábamos) después de ver en una película que nunca supe cuál era que un niño se muere ahorcado al dormir con uno igual. Probablemente Chucky sea el muñeco maldito más famoso del cine, y sin duda el más carismático. Annabelle, a vos te hablo, no estás ni cerca de él, no importa que provengas de una historia real (donde en realidad sos una muñequita de trapo), y mucho menos de su novia, Tiffany. Chucky fue ganando más carisma con los años y las diferentes entregas y el nombre Charles Lee Ray pasó a ocupar las listas de los asesinos más famosos que dio el cine, aunque para muchos siempre será simplemente Chucky. Y todo eso se lo debemos a un tal Don Mancini, que fue su creador, aunque sólo haya dirigido la última entrega. Y no hay que restarle mérito a Brad Dourif, el actor que le puso más la voz que el cuerpo, el único que repite película a película.
Desde la primera entrega, en que un tal muñeco Chucky se vuelve muy popular gracias a la televisión y es fabricado en cantidades inmensas y una madre soltera quiere complacer a su hijo, que es el regalo que más espera, que se le aporta un look muy característico. Pelirrojo, con pecas, remera rayada y un enterito de jean, nada más inocente. ¿Quién podría pensar algo malo de un muñeco que te pregunta si querés jugar y luego te dice que van a ser amigos para siempre? Pero por suerte para nosotros, un asesino muere en una juguetería y logra transferir su espíritu a un muñeco, que no es su opción favorita, por lo que película tras película irá buscando un cuerpo humano en el cual continuar.
Mientras las primeras entregas apostaban al terror, Don Mancini supo cambiar el tono antes de que éste se agote. Y en 1998, tras una tercera bastante menor que las anteriores, apareció la cuarta, Bride of Chucky. Vi por primera vez esa película con amigas de la secundaria, en mi casa, alquilada en VHS. Porque nos gustaba juntarnos a ver películas de terror, aunque muchas se taparan la cara cuando algo les daba miedo o les impresionaba. Acá aparecía en escena Jennifer Tilly, que tras Bound podría haber quedado olvidada hasta que se convirtió en Tiffany, una muñeca de novia morocha a la que ella viste con campera de cuero, le tiñe el pelo de rubio y le pinta los labios de negro. Y más allá de que a partir de esta película ella siempre aparece (aunque en Curse of Chucky apenas tenga un cameo), es acá donde mejor se desarrolla este personaje que “puedo matar a cualquiera, pero sólo me acuesto con alguien a quien amo”. Otra cosa interesante de la película es que hace muchas referencias a clásicos del terror (Hellraiser, Psicosis, El exorcista, incluso Freddy Krueger) y se burla de sí misma, como dice Chucky: “Pongámoslo así, si esto fuera una película se necesitarían tres o cuatro secuelas para hacerle justicia”.
Como evidentemente esta vuelta de tuerca que provocan en el tono de la película dio resultado, es que unos años después nace el hijo de Chucky. En Seed of Chucky, Jennifer Tilly se burla de sí misma como una actriz en decadencia, capaz de acostarse con cualquiera por un papel y… el cuerpo perfecto para Tiffany, que junto a Chucky siguen insistiendo en volverse humanos. Pero cuando parecía que todo iba a quedar allí, que al menos por mucho tiempo estos simpáticos personajes iban a quedar en esas películas (es que pasaron casi diez años para que reaparecieran), Don Mancini se aventura a dirigir él mismo una nueva película de Chucky. Curse of Chucky quizás sea la menos memorable, además de que ni siquiera fue estrenada en cines, pero aun así presume de un arte muy cuidado y autorreferencias, que aparecen sobre todo al terminar los créditos, que cualquier fanático apreciaría. Esta película marca casi un renacer del muñeco, que no es exactamente igual al anterior y perdió todas las cicatrices que fue ganando.
¿Y cómo sigue? Se habla de alguna película más, se habla de juntar a Chucky con Annabelle… se habla de rumores, pero el tiempo sabrá qué más tienen para ofrecer. Lo que sí es seguro, es que este muñeco no abandonará el cine así como así, no mientras haya horda de fanáticos y eso sumado a un cine de Hollywood basado mayormente en secuelas y remakes. “I’ll be back! I ALWAYS come back!… But dying is such a bitch!”.
Por Jessica Taranto
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[COMPILADO] Frases épicas que salieron de la boca de Chucky:
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¡BUEN LUNES PARA TODA LA MUCHACHADA! En el día de hoy, dos consignas: 1. ¿Cuáles son sus películas y/o personajes favoritos del cine de terror? 2. Por otro lado, los invito a compartir cuáles son sus miedos (vinculados al cine y no tanto; voy con el mío: los ascensores); como siempre, los leo y, en relación al post de Jessi, les recuerdo que hasta el domingo 9 tienen tiempo de disfrutar del Festival Buenos Aires Rojo Sangre; por si quieren leer algo al respecto, acá mismo pueden acceder a la programación; ¡nos reencontramos mañana y que tengan un excelente comienzo de semana!
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—> La última vez escribió Rodrigo Bravo sobre… NUEVA YORK EN EL CINE
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